sábado, 27 de marzo de 2010

Conozca a un famoso escultor del chocolate

Patrick Roger es un chocolatero excelente, pero también un maestro escultor. Junten esos dos talentos y obtendrán magnificas obras de arte comestibles




Sábado 27 de marzo de 2010 - 04:30 pm



Como Botero. La bailarina rolliza de chocolate adornó uno de sus escaparates. (Foto: Flibbertygibbet/Flickr)Paris (DPA). Encantado, Patrick Roger contempla el gran trasero de la bailarina, inclinada hacia adelante. Su tutú deja al descubierto unos muslos regordetes. “Para hincar el diente”, dice Roger, haciendo una mueca. Y es que la bailarina de chocolate, casi en tamaño real, es una de sus obras favoritas. El pasado día de San Valentín adornó el escaparate de su “boutique de bombones” en París.



Ahora, en vísperas de Semana Santa, su taller está al máximo rendimiento. En esta época, los escaparates de las confiterías en Francia son tradicionalmente decorados de forma ostentosa.



EL MAESTRO DEL CHOCOLATE

Este hombre de 41 años con coleta y barba es un rebelde entre los maestros chocolateros. Ganó varios premios y es escultor y degustador. Entre sus trabajos figuran un Muro de Berlín de chocolate y un elefante en tamaño real. A la vez, siempre está creando cosas nuevas: hace poco hizo unos bombones con el aroma de la cerveza Guinness.



Roger proviene de una familia de panaderos, pero en principio nadie imaginaba que iba a convertirse en uno de los artistas chocolateros más renombrados. En el pequeño pueblo de Poislay -una iglesia, una escuela, una panadería- había pocas posibilidades de ampliar el horizonte. “A los 16 años no tenía idea de qué quería ser, hasta que mis padres me consiguieron un puesto de aprendiz”, recuerda.



Hizo sus primeros bombones por pura pasión, aunque no por el chocolate, sino por las motos. Los vendía en la panadería de sus padres para juntar dinero para su primera 125 centímetros cúbicos. En los primeros meses de su etapa de aprendiz tuvo que batir litros de crema de vainilla y rellenar profiteroles, hasta que un día descubrió el chocolate. Para ese entonces ya trabajaba en una confitería de París y debía crear una raqueta de tenis de chocolate para la estrella del tenis francesa Yannick Noah.



UN PRODUCTO VERSÁTIL

“Me quedó claro que se podía hacer de todo con el chocolate”, cuenta. “El chocolate puede ser líquido, blando o duro. Se puede verter, modelar, esculpir”. Según dice, es un trabajo que involucra todos los sentidos, sobre todo los del gusto y el tacto. “La superficie del chocolate se siente como la piel de una mujer”, confiesa.



Su taller se encuentra hoy en día en Sceaux, un barrio coqueto de París. Huele a chocolate y almendras tostadas. Roger toma un bol metálico y raspa un poco de chocolate, que come contento. “Todos los días como unos 300 gramos de chocolate”, cuenta. Es sorprendente que no tenga un kilo de más. “Compenso no tomando una gota de alcohol y comiendo lo más moderadamente posible”.



El chocolate no es más que manteca de cacao mezclada con azúcar y leche. Fue inventado por los aztecas pero no llegó a Francia hasta el siglo XVII. El “rey sol”, Luis XIV, fue quien autorizó el comercio del chocolate y disfrutaba del cacao caliente en su castillo. Varios Papas se preguntaron después si el chocolate caliente era una bebida o una comida. Se decidieron por lo primero, por lo que este disfrute también estuvo permitido en tiempos de ayuno.



OBRAS MAESTRAS

En el último tiempo, Roger se animó a experimentos cada vez más osados con sus esculturas en chocolate. En 1994 ganó el Grand Prix International de la Chocolaterie con una escultura que muestra a un grupo de siete niños jugando. Su modelo fue una obra de un artista francés del siglo XVII que descubrió en el Louvre su novia Véronique. Se encuentra aún hoy en día en una pirámide de vidrio en su taller, aunque el chocolate ya no es comestible.



“Mi mayor fracaso fue el elefante que quise hacer en tamaño real”, cuenta Roger. “Lamentablemente se me rompió”. El chocolate también permite hablar de problemas políticos, como, por ejemplo, fabricando osos y témpanos de chocolate para denunciar en su propio escaparate el cambio climático.



O construyendo un Muro de Berlín. Para el 20 aniversario de la caída del Muro, en noviembre pasado, fabricó un muro de chocolate de 17 metros de largo, con sus grafitis de colores. El muro estaba construido sobre tubos de chocolate para que fuera estable y no demasiado pesado.



“Usé más de una tonelada de chocolate”, explica orgulloso. En la noche del 9 de noviembre lo tiró abajo y repartió los trozos de chocolate gratis entre los peatones. El muro le llevó unas 600 horas de trabajo.



Como el chocolate no dura para siempre, en algún momento Roger comenzó a hacer sus obras en bronce, como “Harold”, una estatua de 62 kilos de un esclavo negro en una plantación de cacao en tamaño real. “No hice un boceto primero, sino que lo modelé directamente en chocolate”, explica Roger.



Su paladar delicado se lo debe a sus padres. “Nunca hubo en casa nada que saliera de una lata de conservas y creo que eso marcó mucho nuestro gusto”, afirma. Evita los productos ya listos y prefiere las verduras de su propia huerta. Para encontrar nuevas ideas para sus bombones, se inspira en todo lo posible. “Puede ser una caminata por la orilla del mar o un paseo por el bosque”.



Contribuyó bastante a la moda de los chocolates aromatizados. Incorporó a sus bombones frambuesa, tomillo, pimienta o limón. ¿Eso es rico? “Prúebelo Usted mismo”, responde y sonríe contento.

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